Trastorno Negativista Desafiante (TND)
Espinoza Quiroz, Elizabeth
Marreros Tananta, Jaime
Ramos Neyra, Yeritza
Cada vez es más corta la edad en la que una
persona manifiesta repulsión a las normas o quiere hacer todo lo que le venga
en gana. Los niños han de aprender a tolerar la frustración que supone no hacer
en todo momento lo que desean. Es normal que hacia los 2 años se refuerce la
identidad mediante una conducta opositora. Sin embargo algunos niños cuestionan
incansablemente las normas llegando a desobedecer, llevando la contra y
desafiando a sus padres y profesores, estos suelen ser intolerantes con los
demás. En el siguiente ensayo se describirá el Trastorno Negativista Desafiante
(TND). Los que pueden diagnosticar y tratar dicho trastorno son los
especialistas del área de la salud mental.
El TND “es una forma moderadamente grave del
problema del comportamiento que ocurre en la infancia y adolescencia temprana”
Características clínicas: dentro de la psicología y de la psiquiatría
el trastorno Negativista desafiante es la preocupación primaria de los padres
en la consulta. Este problema del comportamiento de gravedad moderada que se
suele darse al inicio de la edad escolar dentro de los 8 años aproximadamente,
que se caracteriza por discutir las ordenes de los adultos, mantenerse
desafiante ante ellos. Estos comportamientos antes mencionados suelen tener su
inicio en casa, para luego ir demostrándose en la escuela y así ir en otros
ambientes. Este trastorno apareció por primera vez en el DSM III y aún se
mantiene en el DSM V y se encuentra dentro de Los trastornos disruptivos, del
control de los impulsos y de la conducta. El 40 % de los niños con TND
evolucionan hacia la forma más grave de comportamiento disruptivo y el
trastorno de conducta. Según
Tratamiento: el
TND requiere de un tratamiento con la ayuda der los padres a través de técnicas
de modificación del comportamiento, es de suma importancia conocer las
situaciones de riesgo en la que el niño manifiesta conductas explosivas y
desproporcionadas de agresividad con el fin de evitarlas. Cuando existe
manifestaciones depresivas se debe tener en cuenta el uso de fármacos como el
metilfenidato que permitirá controlar los síntomas de inatención e
hiperactividad, como la oposicionalidad. Otros tratamientos farmacológicos para
controlar la violencia del niño son los antipsicóticos de nueva generación
(olanzapina, quetiapina e rispiridona) y eutimizantes (litio y oxcarbacepina).
Es importante identificar y tratar correctamente la comorbilidad psiquiátrica.
Se establece ciertos criterios para la evaluación, ya que existen trastornos similares
como los del comportamiento disruptivo, por otro lado hay que considerar que el
tratamiento requiere de varios meses de duración, ya que no existen soluciones
fáciles ni rápidas y es individual. Mientras menor sea el paciente mayor
efectividad tendrá el tratamiento debido al desarrollo en lo que se encuentra
el niño. Dentro del plan terapéutico se debe se debe enfatizar los puntos más
resaltantes del comportamiento como prioridad en el niño y la familia. El
tratamiento más exitoso es la intervención
psicosocial estructurada. Esta tiene que ser constante y adicional a los
fármacos, en esta técnica se trabaja la interacción de padres e hijo y un mejor
estilo parental.
Es importante descartar factores culturales
que incluyen en la obediencia y la disciplina en casa; además mantener una
alianza terapéutica tridimensional que permitirá adquirir mayor información
sobre la conducta del niño. La intervención
consta de tres objetivos: padres y familias (dificultades en casa y
ayuda en la formación), en el niño (habilidades sociales, control de enojo,
asertividad y técnicas de estudio) y los profesores (dificultades en el
colegio, asesoría académica, etc.). Es importante que unido a esta técnica se debe mantener el
tratamiento farmacológico si es necesario.
Prevención: los padres forman un papel importante para
la conducta y el desarrollo del niño. Existe programas de prevención como el “Head
start” que promueve la preparación escolar de los niños que provienen de
familias de bajos ingresos mediante agencias que trabajan dentro de su propia
comunidad respaldando el desarrollo mental, social y emocional de los niños
desde que nacen hasta la edad de los 5 años.
El trastorno negativista desafiante (TND) abarca muchos factores de
riesgo de los cuales si lo identificamos a tiempo podemos prevenir o reducir la
incidencia de trastornos del comportamiento. Los programas de prevención se
enfocan en una intervención temprana en el desarrollo del niño para fortalecer
los factores de protección antes de que se desarrollen los problemas de
conducta. Son 3 los factores de riesgo que debemos tomar en cuenta, ya que
resultan clave para las medidas de prevención las cuales son: el uso de alcohol y otras drogas (prevenir
y retrasar el uso de estas sustancias cuanto más se pueda, en España la edad
media de consumo en adolescentes es entre los 13 y 15 años), abuso de sustancias en la familia (evitar
ambientes caóticos de alcohol o drogas en los padres donde hay niños que se
están desarrollando) y en el colegio
(comportamiento excesivamente tímido o agresivo y bajo rendimiento).
En resumen el TND está caracterizado por un comportamiento negativo, hostil y retador hacia alguna autoridad. Inicia en la edad preescolar y debe ser permanente por más de 6 meses aproximadamente para su respectivo diagnóstico. Esto puede evolucionar a un Trastorno de Conducta (TC) que se manifestará en la adolescencia llevándole a conflictos con sus relaciones sociales. Existe un mayor porcentaje en niños que en niñas. Los factores que proporcionan esta conducta son diferentes como el genético y el medio ambiente del niño; el tratamiento es multidisciplinario, que necesita de una intervención psicosocial y una terapia farmacológica.
REFERENCIAS
Asociación Americana de Psiquiatría. (2014). Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastorno Mentales (DSM-5) (5 ed.).
Arlington: Editorial Médica Panamericana.
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delcomportamiento en la infancia y adolescencia: ¿que estas haciendo? (págs. 61-71). Faros.
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Morrinson, J. (2015). DSM-V guia para el diagnostico
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